domingo, 9 de septiembre de 2012

LA RECOMPENSA DE LOS DIOSES




El semáforo cambió a verde. Presionó el acelerador y, girando hacia la derecha, entró en la Grand Avenue de la Motte-Piquet.

         París siempre es París. Se puede estar algún tiempo sin visitarla … pero, la fascinación que ejerce sobre los forasteros siempre es la misma.

         Es como si siempre fuera la primera vez.

         El viaje de avión había sido molesto y aburrido. Una hora y media, que, por la acción de unos movidos y sonoros compañeros se tornó interminable.

         Por suerte, esta vez, no tuvo problemas con el equipaje. Cuando se acercó al carrusel del  bonito aeropuerto Charles de Gaulle, ahí venían ya sus tres maletas.

         Después todo fue bien. Se dirigió a la empresa de alquiler de coches. Todos los papeles estaban ya arreglados, y, en poco más de veinte minutos, ya tenía en sus manos la llave de un Opel Corsa Swing +.

         Rápidamente pasó por el hotel de siempre, solo para dejar su equipaje, lo que le apetecía era darse una vuelta por la ciudad.
 
El reloj digital del coche marcaba las dos y media de la tarde. El cielo gris de finales de Octubre daba una luz muy especial a todo el hierro de la Torre Eiffel.
         Caía una lluvia muy fina y discreta, pero la temperatura era muy agradable.
         Giró hacia la derecha. Uno de los edificio del lado derecho, mostraba en todo su frente una enorme campaña de publicidad que daba una original belleza a la usualmente discreta Rue du Laos. Bien arriba, en ese mismo edificio, una gran pantalla indicaba temperatura y fecha … miró y consiguió leer …”13 de Octubre de 1993 …” …
         Entonces, de repente, se dio cuenta que alguien cruzaba el paso de cebra, que ni siquiera había visto.
         Reaccionó enérgicamente. Iba a no más de 40 km/h. En condiciones normales el frenazo sería suficiente. Pero el pavimento estaba mojado por aquella lluvia fina … el coche se deslizó. Cerró los ojos al escuchar aquel sonido intenso y seco. Cuando los abrió de nuevo, una mujer se encontraba en el suelo … sin moverse …
         De inmediato salió del coche y corrió hacia ella.
         En el suelo, la mujer seguía inmóvil.  Sacó su móvil y llamó al número de emergencias. Se quitó su caro abrigo de traje ingles y lo colocó debajo de su cabeza, para que la mujer estuviese más cómoda. 
         La ambulancia no tardó más de 10 minutos a llegar. Mientras le prestaban los primeros auxilios, sacó el coche de la carretera y lo aparcó muy cerca.
         Miró a su alrededor … decenas de personas, curiosas, hacían un largo circulo, más grande de lo que sería en Portugal. Pero … aquel no era el momento para comparaciones.
         No parecía haber nadie que conociera a aquella mujer. Tomó la resolución de que no la dejaría sola. Lo mínimo que podría hacer era acompañarla al hospital.
         Y así lo hizo.
         El viaje fue accidentado …
         Siempre cuidada por los paramédicos, la mujer parecía no sentir los baches de las calles estrechas.
         --- Tranquilo … se recuperará ¡!
         La enfermera le hablaba bajito.
         Respiró hondo … talvez no fuese muy grave …
         Ni se ha dado cuenta que la ambulancia ya se había parado. Cuando se abrieron las puertas pudo leer en la pared de aquel edificio crema … “Hopital Vaugirard”.
         Acompañó la camilla hasta una puerta que daba acceso a una área restringida.
         Un vigilante de seguridad le explicó que no podría ir más allá pero que le informarían regularmente sobre el progreso clínico de la mujer.
         Inmediatamente se acercó a el un gendarme, que lo informó que le abrirían un informe de ocurrencias.


                                            ( continuará muy pronto )


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